La verdadera historia de la aparición de la Virgen.

Era el 18 de junio de 1961. Cuatro niñas jugaban al atardecer en la orilla del arroyo de Tardamasa en Almendral. Estaban comiendo manzanas cuando de repente una de las niñas, Margarita, quedó absorta ante la contemplación de algo extraño. La muchacha parecía haber caído como en un estado de trance. En mitad del susto y la preocupación por su amiga, las demás niñas cayeron seguidamente también. Tras la visión corrieron calle abajo hacia el pueblo y manifestaron a sus familiares y vecinos haber visto a un ángel. En los días siguientes las niñas dijeron ser testigos de la misma aparición. Pero no fue hasta el 1 de julio cuando el ángel les habló por primera vez para anunciarles que la Virgen María se les aparecería al día siguiente. Y así fue como el domingo 2 de julio de 1961 la Virgen se presentó ante las niñas como Nuestra Señora de Finibus Terrae y les habló. Fue la primera de las numerosísimas apariciones que las niñas manifestaron haber presenciado entre los años 1961 y 1965, fecha en la que la entidad celestial se despidió, no sin antes dejar un importante mensaje para la humanidad.

Independientemente del asunto religioso de las apariciones, lo cierto es que los hechos ocurridos en Almendral durante los años sesenta tienen para cualquier aficionado al misterio un interés extraordinario.

Cuando las niñas eran llamadas por la Virgen y caían en éxtasis, el fuerte impacto de sus cuerpos contra la tierra provocaba un sobresalto en los vecinos de la localidad, que contemplaban con asombro cómo en ocasiones las pequeñas parecían sostenerse en el aire unos centímetros por encima del suelo. También contaban que ni los hombres más fuertes del pueblo eran capaces de moverlas o levantarlas pues su peso parecía haberse incrementado de manera inexplicable. Mientras quedaban en éxtasis conversando con la Virgen, los médicos e investigadores les sometían a diversas pruebas que consistían, por ejemplo, en pincharlas con agujas o alumbrar sus ojos con luces, para después comprobar desconcertados que las niñas permanecían inmutables a cualquier efecto externo. A veces incluso caminaban en pleno éxtasis, con la cabeza erguida hacia arriba, y subían y bajaban de espaldas por caminos empedrados y cubiertos de barro. Lo hacían en perfecta sincronía, sin caerse o tropezar.

De hecho, las niñas decían recibir simultáneamente la llamada de la Virgen que las convocaba, mientras estaban cada una en su casa o en cualquier otro sitio. Este llamada consistía en tres avisos que ellas describían como un fuerte impulso o deseo interior que las reunía después en el lugar de encuentro.

En cierta ocasión, la niña Margarita fue llevada a la ciudad de Badajoz por la comisión oficial que se formó para investigar el caso. Sospechaban que la niña, al ser la mayor, manipulaba a las demás, y por eso decidieron separarlas. Pero caminando por la ciudad y frente a la Iglesia de Santo Domingo, situada en la Calle Gómez de Solís de Badajoz, Margarita cayó en éxtasis ante el asombro de los transeúntes y de los investigadores que la acompañaban. En el mismo momento, a 37 kms de distancia, en Almendral, cayeron igualmente en éxtasis las demás niñas a quienes la Virgen les comentó que se encontraba hablando también con Margarita.

Miles de personas provenientes de España y el extranjero fueron testigos durante cuatro años de infinidad de anécdotas, hechos inexplicables, curaciones milagrosas y conversiones. Cuentan que las niñas daban a besar a la Virgen objetos personales de los testigos que alguien juntaba y les entregaba para que la Virgen los bendijera. En ocasiones las niñas portaban muchos de estos objetos, la mayoría religiosos, lo cual hacía imposible que conocieran después su propietario. Sin embargo, ellas los ofrecían a la Virgen y después buscaban a su portador para devolvérselo sin jamás equivocarse.

Cómo anécdota cabe destacar que uno de estos objetos bendecidos por la Virgen, en concreto, una medalla, fue depositada en la Luna el 20 de julio de 1969 por el astronauta americano, hijo de un vecino de Almendral, Buzz Aldrin, a petición de una amiga de la familia que había visitado el pueblo. Otras veces la Virgen contaba a las niñas detalles personales de las personas que allí se encontraban e incluso les mandaba mensajes a través de ellas. Al pueblo llegaban muchos sacerdotes de incógnito que no vestían su sotana y las niñas les identificaban como tales, llevaran o no la vestimenta, pues la Virgen de Finibus Terrae se lo decía.

Uno de los fenómenos más populares e interesantes que se produjeron en Almendral fue cuando Margarita, la niña vidente, disgustada porque la gente no la creyera, pidió a la Virgen un milagro para que todos pudieran creerla. El 18 de julio de 1962, después de anunciar que la Virgen haría un milagro para convencer a los escépticos, Margarita cayó en éxtasis en una de las calles del pueblo y se preparó, como otras tantas veces, para recibir el sacramento de la comunión. En ese momento, sacó un cuchillo de su falda y se hizo un corte profundo en uno de sus brazos. Ante el asombro de la multitud, sobre el brazo de la niña apareció una Forma Consagrada que curó por completo la herida. La sangre dejó de brotar y todos se admiraron de lo sucedido. En el suelo, eso sí, quedó un enorme charco de sangre que los asistentes usaron para pintarse con ella una cruz en la frente.

Después de tantos años aún no sabemos qué ocurrió realmente en Almendral en la década de los 60. No sabemos si se apareció la Virgen de Finibus Terrae verdaderamente o si fue en realidad un simple juego entre niñas. Aunque la pregunta es saber si es posible que unas niñas inocentes y de escasos recursos de un aislado pueblo extremeño pudieran haber ideado semejante engaño.

Lo único que está claro es que no existe ninguna explicación médica o científica para las visiones, trances o éxtasis que las niñas sufrían. Ni, por supuesto, para las curaciones milagrosas. Algunos creen que las niñas fueron objeto de algún tipo de experimento humano ultra-secreto, otros creen que existen entidades que desde otras dimensiones quieren manipular nuestras emociones y nuestros sentidos con oscuras intenciones. Hay otros que aseguran que, en realidad, todo fue obra del diablo.

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